Los sueños del pequeño

Chateau Diadem ha aprendido a dar sus primeros pasos en la industria del tabaco superando problemas que le han ido marcando el camino, pero sin dejar de soñar con el futuro.
Todo en Chateau Diadem es encantador, empezando por sus creadores Emily Sahakian y Thierry Farah. Visitar su pequeña fábrica en Pisano, cerca de Santiago de los Caballeros (República Dominicana) proporciona, además, la emoción de asistir a los primeros pasos de una marca que, aunque ya tiene presencia en una treintena de países, apenas ha cumplido tres años.
Es su comienzo, y como todo comienzo, un estadio lleno de esa mezcla de proyectos, ilusiones y sueños, pero también de imprevistos, dificultades y problemas que no sólo suponen retos inesperados, sino que, además, en ocasiones, pueden llegar a marcar el camino.
Farah y Sahakian se han convertido en pequeños fabricantes, pero ese no era el plan. La idea era crear una marca privada, es decir, contratar a un fabricante ya establecido para que produjera sus cigarros. Esto es algo muy corriente en la industria del tabaco. Es un camino, quizá, menos complicado, para llegar a hacerse un hueco en los mercados. Muchas marcas muy conocidas comenzaron como marca privada, o “maquila”, y ahora manejan su propia fábrica.
Y hay una enorme diferencia, sobre todo de tiempo y de compromiso, entre ser propietario de una marca, cuya producción está delegada en otra empresa, y ser uno mismo el fabricante. Una marca privada también da sus quebraderos de cabeza, pero son de otra naturaleza. La relación entre el propietario de la marca, que es el cliente, y el fabricante del cigarro, que es el proveedor, suele estar siempre basada en la confianza mutua. Las competencias están bien divididas: uno produce y el propietario a la marca paga el producto y se limita a comercializarlo.
Marca privada
Así, Emily y Thierry decidieron comenzar el proyecto Chateau Diadem como una marca privada. Al fin y al cabo, Thierry Farah ya estaba involucrado en el mundo del tabaco: es uno de los pioneros de la venta de puros online en Europa, desde su sede de Ginebra (Suiza). Emily Sahakian, a pesar de su apellido (bien conocido en el mundo del tabaco) se dedicaba a la industria de alimentos y bebidas de alta gama, que es en cierto modo paralelo al tabaco, de artesanía y esmerado cuidado de los ingredientes y sus procesos.
Buscaron a alguien de confianza que pudiera fabricar sus cigarros, atendiendo a una serie de exigencias de calidad, y comenzaron a trabajar con la perspectiva de presentar Chateau Diadem en la feria Intertabac de Dortmund del año 2022, justo la primera edición celebrada después de la pandemia.
El estreno no pudo ser más accidentado. Cuando recibieron los cigarros para exhibirlos en el stand, se dieron cuenta de que la calidad dejaba mucho que desear, con defectos que eran evidentes a ojos vista: cigarros feos, mal torcidos, de distintos tamaños y cepos, con colores de capa diferentes… Sometieron los tabacos recibidos a una exigente selección, para poder presentar la marca en sociedad, salvar la feria y, después, tomar una decisión.
Esa quiebra de la confianza con su proveedor no les arredró. La idea de desistir no se les pasó por la cabeza. Podrían haber buscado un nuevo fabricante, pero, en su lugar, Emily y Thierry decidieron dar un paso valiente y cambiar el concepto inicial de Chateau Diadem.
Fábrica propia
Chateau Diadem ha empezado a caminar hacia el futuro con fábrica propia, como marca boutique de tabacos premium que tiene ya una producción muy respetable de unos 300.000 cigarros por año, no muy grande, pero sí muy controlada. Ha introducido su la línea regular, Conviction (Certitude en Estados Unidos) en una treintena de países e, incluso, ha presentado ya su primera edición limitada: Chateau Diadem Splendor, con una liga creada por el maestro dominicano Eladio Díaz.
Ofrece una imagen moderna, vistosa y colorida, pero elegante; sus controles de calidad son estrictos y empieza ya a ser una marca conocida y reconocida, pero los retos que se plantean ahora para el futuro son muy diferentes de los del plan inicial. Cuando la idea de Sahakian y Farah era crear una marca privada, no tenían que preocuparse de asuntos como el inventario de tabaco o los controles de calidad o la gestión del personal de fábrica.
Las exigencias de una fábrica boutique, aunque sea pequeña, tienen otra dimensión, porque ahora Chateau Diadem es una compañía presente en gran parte de la cadena de valor del tabaco y, en un producto como este, eso supone nuevos retos y toma de decisiones que, de haber seguido siendo marca privada, habrían desvelado y ocupado el tiempo de su proveedor. No el suyo.
Los sueños del pequeño
Emily Sahakian y Thierry Farah dieron un gran salto con la decisión de hacerse ellos mismos cargo de su propia producción. Ahora, aunque pequeños, ya están bien establecidos y ese ha sido, sin duda, un primer paso importante. A partir de este punto, el objetivo es crecer de forma sostenible, sin menoscabo de la calidad de sus tabacos.
Con ese sueño, poco a poco, su nuevo plan implica nuevos retos. Cuentan con una persona de confianza que dirige la fábrica en su ausencia y con un supervisor de galera experimentado que somete los tabacos a todos los controles de calidad necesarios, incluida una máquina de tiro, y un buen equipo de tabaqueros.
Sus próximos pasos son incrementar el inventario de tabaco, hasta llenar el almacén de pacas, y crear su propia sección de preindustria, donde procesar el tabaco más hasta llevarlo al punto que ellos necesitan para asegurar aún más la consistencia.
Dos pasos importantes hacia la madurez, a los que aún se sumará un tercero: pronto veremos un nuevo miembro de la familia Chateau Diadem llegando a los mercados y, ¿quién sabe? Quizá dentro de unos años, alguien esté buscando una fábrica pequeña para crear una marca privada y Emily Sahakian y Thierry Farah estén en disposición de ofrecerse. La confianza está asegurada

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